Artes de México

Erótica náhuatl, o la imaginación amatoria

03/05/2020 - 12:01 am

A través de 4 relatos (La historia del Tohuenyo, El canto de las mujeres de Chalco, Las querellas del amor: canto de tórtolas, y Nezahualcóyotl y Las dos ancianas libidinosas) y de un breve estudio comparativo entre Afrodita y Tlazoltéotl compilados y traducidos del náhuatl por León-Portilla, nos asomamos a un mundo colmado de erotismo y sensualidad, de picardía y albur, mas también de poesía, todos ellos escritos con toda la delicadeza que el asunto merece, pues cualquier descuido termina en diatriba.

Por Iván Pérez Téllez
Secretaría de Cultura de la CDMX

Ciudad de México, 3 de mayo (SinEmbargo).- Por lo general, en los registros etnográficos poco o nada se habla de la vida erótica de los pueblos indígenas mexicanos. A propósito de esto, Jacques Galinier señalaba que esta omisión reflejaba el carácter judeocristiano de la antropología, asimismo llamaba la atención sobre el mundo de la noche y el deliberado descuido en su registro, como si el etnógrafo tuviera horario de oficina. Si bien uno se encuentra datos sobre algunos aspectos de la vida erótica del pueblo que trabaja, la verdad es que los antropólogos terminamos postergando su escritura procurando no adentrarnos en esos terrenos peligrosos o comprometedores.

En lo que a mí concierne, poco he escrito al respecto, no obstante recuerdo con claridad algunos pasajes que me fueron confiados por personas adultas. El primero de ellos narra los escarceos eróticos en los que se vio envuelto uno de mis amigos del pueblo nahua donde trabajo. Él de joven era, además de agricultor, yuntero, desbrozaba la tierra para quien no contara con caballos ni yunta. En una ocasión al regresar del campo pasó a “dar razón” de su labor al dueño del terreno; el contratante era un famoso chamán que, como suele ocurrir en esa comunidad, era mopatlani —el que se cambia a sí mismo—, es decir homosexual, aunque el término no es completamente preciso. Con la confianza de poder sostener algo más que una relación económica, el chamán invitó al yuntero diciendo algo como: “Entonces ya terminaste. Bueno, muy bien, ¿no quieres bañarte para descansar?”. El joven convidado entrevió así alguna posibilidad erótica pues sabía que dentro del temaskal estaba la esposa, así que movido por la lujuria accedió a entrar. Ya estando los tres en el interior del baño de vapor nahua, el chamán arguyó que debía salirse pues se sofocaba, dejando así al yuntero con su esposa. Lo que siguió es fácil imaginarlo. Mi amigo me contó este suceso con gran delectación, la esposa del chamán era considerada una de las mujeres más hermosas del pueblo, entonces, aseguraba, había tenido claramente un gran golpe de suerte.

Breve estudio comparativo entre Afrodita y Tlazoltéotl. Foto: Artes de México

Igualmente conocí relatos, o conversaciones, que se daban en ciertos espacios y momentos en los que las cocineras nahuas solían hablar con gran goce al manipular la masa de maíz y entablar diálogos pícaros o francamente eróticos al amasar la materia prima para hacer rollos de masa para los tamales. En estos y otros espacios femeninos, hablar sobre la vida sexual es algo común. Los nahuas, lejos de vivir una vida inhibida de la sensualidad y la sexualidad, conocen y gozan de la vida erótica, es decir viven la sexualidad más allá de los fines reproductivos. Asimismo, se tienen en consideración, y como algo deseable, que un hombre cumpla con el deseo de su mujer. Algún joven amigo me decía: “¡Tres tareas, descansadamente!”, al hacer referencia a su actividad sexual nocturna.

En su versión más radical, el erotismo y la sexualidad nahua son considerados como algo obligatorio en la esfera del chamanismo, pues el tlamatki toma como pareja a una persona no-humana, para que su labor “curativa” sea efectiva. Así, todo el rito de iniciación del curandero emula una relación matrimonial entre el neófito y una divinidad, y aquí la sexualidad onírica es parte fundamental de esta relación. Esta aparente digresión espero sirva para constatar algo: más allá de la sexualidad, el erotismo es un asunto muy presente en la vida indígena contemporánea.

El canto de las mujeres de Chalco, es la continuación de la guerra
por otros medios: los eróticos. Foto: Artes de México

Un libro como Erótica náhuatl, de Miguel León-Portilla, nos muestra que estas lagunas de información no se deben, por supuesto, a la falta de su correlato humano y carnal entre los pueblos mesoamericanos, sino al descuido o a la mojigatería de nuestras disciplinas, sea la historia o la antropología. A través de 4 relatos (La historia del Tohuenyo, El canto de las mujeres de Chalco, Las querellas del amor: canto de tórtolas, y Nezahualcóyotl y Las dos ancianas libidinosas) y de un breve estudio comparativo entre Afrodita y Tlazoltéotl, compilados y traducidos del náhuatl por León-Portilla, nos asomamos a un mundo colmado de erotismo y sensualidad, de picardía y albur, mas también de poesía, todos ellos escritos con toda la delicadeza que el asunto merece, pues cualquier descuido termina en diatriba. A cada uno de los relatos los acompañan, además, breves y eruditas presentaciones que sirven de preludio al relato en sí, y en ocasiones un apéndice en el que desglosa algunos términos francamente pícaros o con doble sentido. Esto ocurre particularmente en La historia del Tohuenyo, un texto espléndido, extenso, circular y más parecido a lo que consideramos una narración contemporánea.

Por su parte, El canto de las mujeres de Chalco, es la continuación de la guerra por otros medios: los eróticos. Escarceo que llevan a cabo, por medio del canto y la danza, las mujeres chalcas para que Axayácatl sea benévolo con su provincia. Escrito por un noble de Amecameca: Aquiauhtzin, a este hermoso y bien logrado poema erótico lo precede una extensa presentación de León-Portilla en el que describe un particular contexto político del pueblo de Chalco-Amecameca. Este canto, por cierto, tienen el efecto esperado en tlatoani, y quedó registro de él en Cantares mexicanos gracias lo bien logrado del canto pero también a la popularidad que adquirió.

Nezahualcóyotl y las dos ancianas libidinosas, presenta un pasaje que aparece en el Códice florentino. Foto: Artes de México

El relato Las querellas del amor: canto de tórtolas, tiene más un carácter fragmentario y oscuro, que el mismo León-Portilla señala, y que parece que, debido a su erudición, le resulta particularmente interesante debido a las conexiones que entrevé con fragmentos sueltos de Cantares mexicanos, de donde proviene el relato. Bastante breve, termina con un pequeño comentario del autor en el que plantea más bien interrogantes propias sobre este texto.

El último relato, Nezahualcóyotl y las dos ancianas libidinosas, presenta un pasaje que aparece en el Códice florentino en el que el tlatoani reprende a dos ancianas que quieren seguir gozando de la carne a pesar de su edad avanzada, las cuales responden de manera pícara y sincera. Por último, quizás más a la manera del doctor Miguel León-Portilla, el autor hace una comparación, a partir de la mitología helénica y náhuatl, de las figuras de Afrodita y Tlazoltéotl, donde habla de sus atributos y sus potestades.

El relato Las querellas del amor: canto de tórtolas, tiene más un carácter fragmentario y oscuro. Foto: Artes de México

El libro Erótica náhuatl está espléndidamente ilustrado por grabados de Joel Rendón que logran captar y transmitir el erotismo que rezuman los relatos antiguos compilados en este extraordinario libro. Este texto póstumo de Miguel León-Portilla, publicado a mediados de 2018, -y que fue escrito en el trayecto final de su vida-, revela el interés de este autor por los cuestiones terrenales, de ese aspecto humano —demasiado humano— de la experiencia de vida de nuestra especie asociado al placer, al erotismo y al descubrimiento, en tanto que el erotismo es, como señalaba Octavio Paz, imaginación amatoria.

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